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Paz y Ciencia

domingo, 10 de junio de 2012

El trato entre el psicoanalista y el analizando




No basta con definir solo como interacción la relación terapéutica entre el analista y el analizando. Naturalmente, hay una interacción, pero, ¿cuál? Entre un prisionero y su guardián, también hay una interacción, aunque sea poca. Skinner, en su libro Más állá de la Libertad y la Dignidad (1971), ha llegado incluso a decir que el torturao domina al torturador como este a aquel, porque, con sus gritos de dolor, le comunica qué significa la tortura. Skinner tiene razón en cierto sentido, en un sentido muy retorcido y absurdo. En lo esencial, el torturador domina a su víctima. Hay, en efecto, cierta interacción, pero despreciable en lo relativo a la cuestión de quién domina a quién.
He puesto este ejemplo extremo para discutir el concepto de interacción. Es perfectamente cierto que ahí hay interacción. Es perfectamente cierto que ahí hay interacción, pero ante toda interacción hay que hacerse una pregunta: en esta interacción, ¿quién tiene la fuerza de obligar al otro? ¿Es una interacción entre iguales, o una interacción entre desiguales, que no pueden luchar en el mismo nivel? El concepto sociológico estadounidense de interacción, este concepto intelectual, encierra un grave peligro, el de ser puramente formalista, señalándose una interacción siempre que dos  personas interactúen. Aunque haya interacción, aun tendré que determinar qué cualidad tiene, si una interacción de igualdad o de dominio, de fuerza mayor por la que uno puede obligar al otro a obrar de acuerdo con sus deseos.
Tenemos un ejemplo clásico de esto en los tratados internacionales y en los contratos entre sociedades. Cuando una gran potencia concierta una alianza con otra muy pequeña, e incluso en el caso de la anexión, dicen que es un tratado entre iguales, pero lo cierto es que todos los derechos se los reserva de facto el más fuerte, salvando quizá las apariencias.
Y la misma vieja historia se repite en la economía: lo que los romanos llamaban societas leonina, cuando una gran empresa firma un contrato de fusión con una empresa pequeña. En realidad, la gran empresa se apodera de la pequeña, pero legalmente se aparenta que ambas tenían plena libertad de contratación.
Así pues, la interacción no es suficiente. Aunque la haya, se trata de un concepto demasiado formal, demasiado abstracto. Lo que importa fundamentalmente en toda relación humana es la relativa libertad y confianza de ambos interlocutores.
En este sentido, mi experiencia es muy distinta a la de Freud. En realidad, he hechos ambas experiencias, porque me formé en el instituto freudiano ortodoxo de Berlín y fui psicoanalista freudiano ortodoxo durante unos diez años hasta que fui quedando cada vez más insatisfecho. Observé que me aburría durante la consulta. Pero, por citar solo lo que quizá sea lo principal: Freud consideraba la situación analítica total como una situación de laboratorio: aquí, un paciente, el objeto; allá, el analista, el experimentador, observando lo que este objeto echa por la boca. Después, saca toda clase de conclusiones: devuelve al paciente lo que le ha cogido.
Tampoco se trata de lo que Carl R. Rogers llama terapéutica "centrada en el cliente". La misma expresión resulta un poco rara, puesto que toda terapéutica tiene que estar centrada en el cliente. Si el psicoanalista es tan narcisista que no puede centrarse en el cliente, mejor será que se busque otro trabajo. Es evidente la idea de la terapéutica centrada en el cliente, pero no creo que solo signifique reflejarlo: al contrario. ¿Qué hago yo? Escucho al paciente y después le digo: "Mire, lo que vamos a hacer es lo siguiente: usted me cuenta todo lo que le venga a la cabeza. Eso no siempre será fácil. A veces no querrá contármelo. En este caso, lo único que le pido es que me diga que hay una cosa que no quiere contarme, porque no quiero obligarlo a hacer nada más de lo que usted quiera hacer. En su vida, quizá le hayan dicho con demasiada frecuencia que teníai que hacer una cosa. Muy bien, pero le agradecería que me dijera que omite algo, lo que, dicho sea de paso, suele ocurrir. De modo que lo voy a escuchar. Y al escucharlo, tendré unas reacciones que serán las de un órgano afinado, porque yo tengo práctica en esto. De modo que lo que usted me diga me hará oír ciertas cosas, y yo le diré lo que oiga, qu será muy distinto a lo que usted me diga, o quiera decirme. Entonces, usted me dirá cómo reacciona a mi reacción. Y de esta manera nos comunicaremos. Yo reacciono a usted, usted reacciona a mis reacciones, y ya veremos dónde llegamos". Pero yo tomo en esto parte muy activa.
En realidad, ni siquiera empleo la palabra "interpretación". Yo digo lo que oigo. Por ejemplo: el paciente me dice que me tiene miedo, y me contará una situación particular; y lo que yo "oigo" es que tiene una envidia terrible, digamos, tiene un carácter oral-sádico, explotador, y en realidad le gustaría quitarme todo lo que tengo. Y si tengo la ocasión de comprenderlo por un sueño suyo, por un gesto, o por sus ocurrencias espontáneas, le digo: "Bueno, mire, yo deduzco, de esto, eto y esto, que usted verdaderamente me tiene miedo, porque no quiere que yo me entere de que usted quiere devorarme". Yo trato de llamarle la atención sobre algo de lo que no es consciente.
Pues bien, todo está en que algunos analistas creen -Rogers, más exageradamente y, algunos freudianos, menos. que el paciente debe averiguarlo por sí mismo. En mi opinión eso no hace más que prolongarlo todo enormemente, y ya es bastante largo de todos modos, ya es bastante difícil de todos modos. El paciente tiene ciertas cosas que reprime, y las reprime por buenas razones: no quiere enterarse, tiene miedo a enterarse. Si yo me quedo sentado, esperando horas, meses, y años quizá, hasta que estas resistencias se quiebren, haré perder tiempo al paciente.
Yo hago lo mismo que hacía Freud al interpretar los sueños. Quizá el sueño sea inocuo y, sin embargo, según Freud, dice en realidad que quiere matarme. También hago lo mismo con otras cosas. Digo al paciente lo que veo y analizo su resistencia a lo que le digo. Si la resistencia no es muy grande, el paciente lo notará, pero sé muy bien que la intelectualización no le sirve ni pizca; más bien, lo hacec todo imposible. Lo que importa es si el paciente puede notar aquello de que le hablo.
Spinoza dijo que, en sí mismo, el conocimiento de la verdad no hace cambiar nada, a menos que sea también un conocimiento afectivo. Digamos, por ejemplo, que uno se psicoanaliza y averigua que padece depresión porque, de pequeño, su madre no le hacía caso. Puede averiguarlo, y puede creerlo hasta el día del Juicio, y eso no lo servíra en lo más mínimo. Bueno, quizá sea exagerar un poco. Quizá sea una pequeña ayuda, como con el exorcismo, cuando decimos: "¡Aquí está el diablo!", y si lo hacemos durante muchos años a modo de sugestión, y si el paciente acaba por creer que ha exorcizado al diablo en la figura de su madre que no le hacía caso, al final podrá sentirse menos deprimido, si es que la depresión no era tan grave.
En primer lugar, saber lo que se ha reprimido significa vivirlo de veras en el momento, no solo en el pensamiento, sino sintiéndolo, sintiéndolo plenamente. Lo cual produce ya un efecto de mucho alivio. Si uno recibe una explicación, sino que siente de veras algo, puede sentir en el momento: "Estoy deprimido", y puede avanzar a la fase siguiente, de: "Como realmente estoy furioso, castigo a mi mujer con mi depresión". El sentirlo de veras fomenta la idea de hacer algo por eliminar al depresión. Por otra parte, se puede estar tan enfermo, o la depresión puede ser tan grave, que tampoco esto sirva de ayuda.

Erich Fromm: "El Arte de Escuchar". Paidós, 2012, Barcelona. Pp.: 99-103

Les voy a poner una viñeta que tiene ue ver con que la intelectualización en la terapia no srive para prácticamente nada. Aquellos terapeutas que trabajan en la esfera de lo intelectual, empleando como herramienta fundamental la interpretación pueden retroalimentar los mecanismos de defensa del paciente. Hablo, en particular, de un paciente, profesional de la salud mental, artista y hobre polifacético, que se refugia en sus conocimientos de la terapia para "cubrirse", esconderse, ocultarse. De tal manera, que es una conversación de esas que podían aparecer en algún programa de televisión, donde dos personas dialogan en el plano intelectual. Esos programas suelen ser muy aburridos a la larga.
Bien, esta persona tiene una hipertrofia de lo intelectual que compensa sus carencias afectivas. Ahora, tras haber escuchado en una primera fase su sufrimiento, sus razones y (menos) sus motivos subyacentes, trato de que conecte con las emociones que siente al recordar un evento, y que sienta, tome conciencia, se "de cuenta" del signifcado de la relación terapéutica y lo que significa en un aspecto emocional.
La conversación fue esta (en el plano intelectual con cierta complicidad e ironía para provocar y movilizarle):
- Terapeuta: ¿Cómo va el equilibrio entre el contacto con el mundo exterior y la retirada al mundo interior?
- Paciente con formación Gestalt: Por ahora el equilibrio bien. El FMI no necesita rescatarme.
Detrás de esa ironía se podrían interpretar muchas cuestiones, quizá es un comentario irónico que tiene que ver con lo sucedido recientemente a España a nivel económico-político. Esto, si se vincula con lo que él transmite dice muchas cosas: por ejemplo, el hecho de ver al profesional como una entidad externa amenazante y que se relaciona con un fondo de dinero al que no necesita, de momento, pedir rescate. Quizá pudiera significar el hecho de sentir un mundo hostil, en el cual, el terapeuta puede formar parte de esa trama, de ese tejido, de esa red que envuelve su discurso de intelectualización, perdiendo contacto con sus sentimientos.



Mirar y reflejar


En psicoanálisis la noción de “espejo” es compleja y polisémica. Freud da algunos indicios de ella, esparcidos por toda su obra, sobre todo en lo que se refiere al asunto de la identificación. Vendrán luego Klein, Winnicott, Lacan, Doltó…cada uno usando el término con distintas connotaciones y énfasis. Pero todos tienen algo en común, en el acto de mirar al otro, éste aparece, se refleja en el que mira y le es dado un lugar, se le confiere una existencia. Winnicott nos habla del papel que tiene la madre en este respecto del hijo y compara la labor de psicoterapeuta a su vez con el paciente:
Esta visión del bebé y el niño que ven la persona en el rostro de la madre, y después en un espejo, ofrece una manera de ver el análisis y la tarea psicoterapéutica. La psicoterapia no consiste en hacer interpretaciones inteligentes y adecuadas; en general es un devolver al paciente, a largo plazo, lo que éste trae. Es un derivado complejo del rostro que refleja lo que se puede ver en él. Me gusta pensar en mi trabajo de este modo, y creo que si lo hago lo bastante bien el paciente encontrará su persona y podrá existir y sentirse real. Sentirse real es más que existir; es encontrar una forma de existir con uno mismo, y de relacionarse con los objetos como con uno mismo, y de tener una persona dentro de la cual poder retirarse para el relajamiento. Pero no querría dar la impresion de que pienso que esa tarea de reflejar lo que trae el paciente es fácil. No lo es, y resulta emocionalmte agotadora
D.W. Winnicott, Realidad y Juego, Gedisa. P. 154
Pero por supuesto que es agotadora! no podría ser para menos. Implica un estar ahí frente al paciente, sin imponer ni inducir, es un aparecer para que el otro pueda aparecer. Demanda honestidad, paciencia, humildad, vocación, experiencia y conocimiento profundo de lo humano. Definitivamente considero que una psicoterapia que no se propone en algún momento devolver lo que el paciente trae a consulta no debería llamarse psicoterapia, sino más bien orientación o consejería psicológica. Ese ser en el mundo no puede adjudicarse por decreto ni por medicamento. Debe ser restituido por el paciente mismo, de otro modo sigue siendo objeto de manipulaciones externas. La cuestión es que desde muy pequeños estamos acostumbrados a ello y difícilmente nos percatamos de ello hasta que causa un malestar o incluso algo más íntimo y creativo: un síntoma. Aprendamos a escuchar el síntoma en lugar de acallarlo, cómo bien señala Alejandra en el post anterior.
¿Cómo sabes si reflejas algo a los demás de si mismo o eres un espejo opaco?
¿Qué es ser un espejo opaco? ¿Se puede?

ψ La enfermedad como aliado ψ

Marcarambr
  • Freud creía que la “enfermedad”, se debía a la represión de pensamientos y sentimientos que estaban en conflicto con la moralidad y actitud consciente del sujeto; y los síntomas eran la erupción de esos pensamientos y deseos reprimidos e inconscientes.
  • Juan Trigo (Astrólogo y psicoterapeuta) dice que la enfermedad es la proyección física en un órgano o sistema del cuerpo humano de desarreglos y contradicciones originadas en la mente.
  • Jodorowsky dice “La enfermedad es una protesta de tu niño caprichoso interior. Niño al que le prohibieron hacer algo o lo obligaron a hacer alguna cosa que no quería”
Las concepciones anteriores de “enfermedad” las he aterrizado hacia aspectos como Dolencias, Malestares de tipo Emocional, Angustias, Depresiones y demás “Enfermedades” que pueden ser causadas por el propio sujeto y el factor psicosomático puede estar presente.
Con lo anterior me puse a pensar que si entonces nosotros nos creamos “enfermedades” ,entonces, tambien podemos sanarlas, y para sanarlas hay que aceptarlas. Si queremos sanar hay que honrarlas y reconocer las causa. Sabernos enfermos conscientes, no vivir separados de la naturaleza, y del resto del universo, pues inconscientes nos vamos a ir alejando de nuestra propia naturaleza y entonces reemplazaremos la “salud” por la compañía de un tumor, o una úlcera, una angustia, una disfunción sexual o un fracaso económico.
“Hacemos enfermedades porque en el fondo y de múltiples maneras, nos hemos ido separando de nuestro Ser que esta siempre ligado a la fuente original.”
“Toda enfermedad es sagrada, nos remite a nosotros mismos, nos obliga a comprender por qué la hemos creado” [Marianne Costa]

De la psicoterapia a la logoterapia

Durante este año y medio de carrera me he dado cuenta que algunas corrientes no van a la par con la enseñanza global de la psicología dentro de nuestro centro universitario. Hay muchos compañeros que incluso yendo en los niveles más avanzados aún tienen una percepción errónea de lo que es la logoterapia, no excluyo a varios profesores que tanto sus métodos, su orientación y su interés están muy alejados de entender esta, relativamente, nueva corriente. Sin embargo este deseo tan personal de dar a conocer un poco más de esta teoría psicoterapéutica me lleva a transmitir algunos fragmentos que considero importantes para el entendimiento de la logoterapia.
No se en cuántas publicaciones tendré que fragmentar de lo que quiero compartirles, pero les adelanto que todos los fragmentos serán citas directas del libro: “PSICOANÁLISIS Y EXISTENCIALISMO De la psicoterapia a la logoterapia/ Viktor E. Frankl; trad. de Carlos Silva. José mendoza. – 2° ed. – México: FCE, 1978. (Colec. Breviarios;27)
Disponible en línea: http://books.google.com.mx/books?id=QgeZKiOTT7wC&pg=PA13&lpg=PA13&dq=%C2%BFc%C3%B3mo+hablar+de+psicoterapia+sin+citar+los+nombres+de+un+Freud+y+un+Adler&source=bl&ots=MDB11e2xf7&sig=V9-1GT5y4-6YLPOrXqltCG-5v-s&hl=es&ei=mi_aTpGCD8K0sQKW8KilAw&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=1&sqi=2&ved=0CBoQ6AEwAA#v=onepage&q=%C2%BFc%C3%B3mo%20hablar%20de%20psicoterapia%20sin%20citar%20los%20nombres%20de%20un%20Freud%20y%20un%20Adler&f=false última revisión el día: 03 de diciembre del 2011 a las 08:36 hrs.
Para cualquiera que guste leerlo antes de que termine de publicar los fragmentos. Espero sea de su agrado.

I. DE LA PSICOTERAPIA A LA LOGOTERAPIA
¿Cómo hablar de psicoterapia sin citar los nombres de un Freud y un Adler? Sería imposible, en efecto, tratar de problemas de psicoterapia sin tomar como punto de partida el psicoanálisis y la psicología individual y sin hacer constante referencia a ellos. pues no en vano se trata de los dos únicos grandes sistemas en el campo psicoterapéutico. no es posible borrar mentalmente de la historia de la psicoterapia la obra de sus creadores, obra que podemos calificar de histórica en el mejor sentido de la palabra, pero también en el sentido de lo que ha pasado ya a la historia, es decir, de lo que ha sido superado y sobrepasado por el curso ulterior de los acontecimientos. Ahora bien, aunque se trata o pueda tratarse de superar los principios del psicoanálisis o de la psicología individual, no hay más remedio que tomar sus doctrinas como base de las investigaciones. Stekel ha expresado la verdad con palabras muy bellas, al decir, refiriéndose a su actitud con respecto a Freud, que un enano encaramado sobre los hombros de un gigante puede dominar un campo visual mayor que el gigante mismo.
Los siguientes fragmentos persiguen el propósito de rebasar los límites de toda psicoterapia, tal como ha venido desarrollándose hasta aquí; más, para ello, es necesario ante todo establecer claramente estos límites. Antes de abordar el problema de si es realmente necesario y posible superar tales límites, debemos dejar sentado que la psicoterapia se halla circunscrita, en efecto, a los límites que se trata de superar. Freud ha comparado la obra esencial del psicoanálisis a la desecación del Zuider Zee: así como, en estas marismas, ha ido conquistándose al mar una extensión de tierras fértiles, el psicoanálisis va sustituyendo el “ello” por el “yo”, o dicho en otras palabras, va desplazando lo inconsciente por la acción de la conciencia; lo que se ha hecho inconsciente tiene que tornarse consciente mediante la cancelación de las “represiones”. La obra del psicoanálisis consiste, pues, en anular el resultado de los actos de represión en cuya virtud se produce lo inconsciente. Vemos, pues, que el concepto de represión cobra, dentro del psicoanálisis, una importancia central, y concretamente, en el sentido de una limitación del “yo” consciente por obra del “ello” inconsciente. De aquí que el psicoanálisis vea en el síntoma neurótico una amenaza contra el yo, una despotenciación del mismo como conciencia, y esto hace que la terapia analítica se esfuerce por ir rescatando del campo de lo inconsciente los contenidos vivenciales reprimidos, para restituirlos al mundo de la conciencia, incrementando así la órbita de poder del yo.
Análogamente al concepto de represión en el psicoanálisis, vemos que en la psicología individual desempeña un papel fundamental el concepto de arrangement (simulación). Con el arrangement trata el neurótico de exculparse. No se intenta convertir algo en inconsciente, sino descargarse de responsabilidad; el síntoma es quien tiene que cargar con la responsabilidad, descargando de ella al paciente. (…) la terapia de la psicología individual se propone hacer al hombre neurótico responsable de su síntoma, incorporar el síntoma a la esfera de la responsabilidad personal, ampliar la órbita del yo mediante un incremento de responsabilidad.
Vemos, por tanto, que el psicoanálisis, representa en última instancia una limitación del yo en cuanto conciencia, y, para la psicología individual, una limitación del yo en cuanto responsabilidad. Ambas teorías incurre en una limitación concéntrica de su horizonte científico: en un caso, se limita concéntricamente a la conciencia del hombre, en el otro, a su responsabilidad.
Pues bien, reflexionando imparcialmente sobre los fundamentos radicales del ser humano, vemos que la conciencia y la responsabilidad constituyen precisamente los dos hechos fundamentales de la existencia humana. Lo cual traducido a una fórmula antropológica fundamental, podría expresarse así: ser-hombre equivale a ser-consciente-y-responsable. tanto el psicoanálisis como la psicología individual ven, por tanto, solamente uno de los lados del ser-hombre, uno de los factores de la existencia humana solamente, cuando son los dos aspectos juntos y combinados los que ofrecen la imagen total y verdadera del hombre. Si nos fijamos en su punto de partida antropológico vemos que el psicoanálisis y la psicología individual se contraponen; sin embargo, sus antagonismos se revelan, ya en este punto, como complementarios. Llegamos, así, con base en este análisis científico-teórico, a la conclusión de que las dos doctrinas representativas en el campo de la psicoterapia no son el producto de un azar producido en la historia del espíritu, sino que han surgido, por el contrario, como resultado de una necesidad sistemática.
(…) Por razones heurísticas al menos, deberemos abrazar en todo momento el punto de vista de que la psicoterapia, en cuanto tal, no tiene competencia para entrar a discernir todos los problemas de concepción del mundo, puesto que la psicoterapia, con sus categorías fundamentales de los “sano” y lo “enfermo”, tiene necesariamente que fracasar ente los problemas referentes al contenido de verdad y a la validez o invalidez de una formación espiritual cualquiera. Si la mera psicoterapia se dejara llevar por el afán de emitir juicios en este terreno, caería inmediatamente en el error del psicologismo.
Por tanto, si queremos luchar contra las desviaciones psicologistas de la psicoterapia tradicional, eliminando definitivamente estas desviaciones, es necesario que sepamos complementar la psicoterapia al uso mediante un nuevo procedimiento. Del mismo modo que, en la historia de la filosofía, el psicologismo ha sido eliminado y críticamente superado mediante un logicismo, asi también el psicologismo dentro de la psicoterapia debe ser superado mediante algo que llamaremos — atendiéndonos a esta analogía — la logoterapia. La misión de esta logoterapia sería, precisamente, la que encomendabamos a una “psicoterapia que arranca de lo espiritual”; es decir, de complementar la psicoterapia, en el sentido estricto de la palabra, llenando aquella laguna que primero intentamos deducir teóricamente para luego verificarla a la luz de la práctica psicoterapéutica. Sólo la logoterapia tiene títulos metodológicos de legitimidad para, renunciando a desviarse por los caminos de una crítica inadecuada o de una argumentación heteróloga, volverse hacia la discusión inmanente de los problemas de concepción del mundo, entrando en debates objetivos e intrínsecos en torno a la angustia espiritual del hombre que sufre psíquicamente.
La logoterapia no puede, ni debe, naturalmente, sustituir a la psicoterapia, sino solamente complementarla (y aún esto, sólo en ciertos y determinados casos). De hecho, lo que la logoterapia se propone, lo que quiere, es ya una realidad dede hace mucho tiempo, realidad que constantemente se repite, aunque de modo poco consciente y, en la mayor parte de los casos, hasta inconsciente. Lo que nos preocupa, sin embargo, es el problema de si, y hasta qué punto, la logoterapia existe, no de facto, sino de iure.
Para llegar a este esclarecimiento, en una investigación orientada hacia lo metodológico, debemos separar, por razones heurísticas, los componentes logoterapéuticos de los psicoterapéuticos. Pero sin olvidar nunca, al proceder así, que ambas clases de elementos se combinan y forman una unidad en la práctica de la psicoterapia.



http://youtu.be/QohUdrgbD2k Lucie Silvas -Nothing Else Matters-
http://memoriadelolvido.wordpress.com Página de Psicoanálisis con Apertura, Plasticidad y Flexibilidad ante otros aportes.


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